El Mundo

de

Osvaldo Guidi

viernes, 21 de agosto de 2009

Critica de ESCORIA en Clarin

Por: M.A.R.

Con el pasado y con el futuro
Crítica "Escoria" Muestra a diez actores esperando a que un productor les dé trabajo. Y los enfrenta a sus historias.


La sala es pequeña y todos sus espacios están perfectamente aprovechados, de modo que nada ni nadie está de más. Un televisor proyecta todo el tiempo secuencias de programas en los que actuaron los protagonistas de Escoria y esas imágenes acompañan, sin interferir, el desarrollo de la pieza.La anécdota que se cuenta: un grupo de actores espera la llegada de un productor. Le preparan un cumpleaños sorpresa, con la ilusión de que les dé una nueva oportunidad. En la espera, cada uno representa una escena emblemática de su carrera, y también, de algún modo, exorciza su pasado. "Me gané un Martín Fierro y estuve cinco años sin trabajar", protesta Osvaldo Guidi. Como él, otros intentan sacarse los fantasmas del ayer. Noemí Alan explica, entre lágrimas, la foto que se sacó con una gorra militar y perjudicó su carrera. Hay más: muestran talentos ocultos. Con gracia y entonación, Cristina Tejedor canta La última curda y Marikena Riera baila.Sin embargo, lo fundamental es que Escoria tiene gancho. Es difícil ceder a la tentación de ver en vivo a artistas que marcaron momentos altamente significativos. Hay una generación a la que frente a Liliana Benard le aflora el recuerdo de la hermana Felipa de Andrea Celeste, que al ver a Héctor Fernández Rubio no puede dejar de transportarse en el tiempo, ver a Efraín y revivir las tardes de café con leche y Señorita maestra. Y que ante la presencia de Julieta Magaña tiene que contener la emoción y el deseo de cantar y bailar La batalla del movimiento (en la obra, la canta). José María Muscari persevera con la transgresión. Esta vez, escribió y dirigió una obra que compromete la humanidad de estos actores que saben de "la rueda de la Fortuna". Pero lo hizo con el respeto y la ruptura necesarios para alcanzar el justo equilibrio. Escoria transita por la nostalgia, el dolor, el resentimiento, la alegría y el humor sin desbordes. Y hace hablar a los artistas de sí mismos. Paola Papini cuenta que eligió la vida en el campo. Willy Ruano relata cómo su hijo le dio la fuerza necesaria para enfrentar un serio problema de salud. Gogó Rojo vuelve a ser vedette.Escoria los muestra como lo que fueron, pero también refleja la otra cara de la moneda: los expone como personas a las que la propia obra exhorta a ser distintas de la construcción de la mirada del otro. A que sean alguien sin la máscara de sus personajes. A vivir el presente.La pieza con la que suben al escenario pone en juego sus historias personales, sus esencias, sus éxitos y sus frustraciones. Los pone en juego enteros. Y salen airosos. El público, emocionado y agradecido.«

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